Recuerdo que la primera vez que fui acompañado por unos amigos españoles a Japón. Yo ya había vivido una temporada en el país anteriormente y otras veces había viajado acompañado por mi madre japonesa. Quizás por eso, al estar ya muy acostumbrado, cuando nos alojamos en un albergue, no se me había pasado por la cabeza advertirles de que el baño en Japón se toma de manera «diferente». Y es que la idea de bañarse todos juntos en público (separados por sexo, eso sí), a un occidental le puede chocar de buenas a primeras. Aunque ya mencione el tema en mi entrada sobre cosas a tener en cuenta en un primer viaje a Japón, hoy voy a extenderme un poco más sobre este asunto.
El baño en Japón se considera un momento para relajarse, y al que sólo se entra completamente limpio. A ellos nuestra costumbre occidental de entrar en la bañera con toda nuestra porquería encima les parece una guarrada y si lo piensas, tiene sentido.
El baño de estilo japonés se llama O-furo (お風呂), y es el que se encuentra en casi todas las casas particulares (aunque en hoteles de estilo occidental, si las habitaciones tienen baño propio, es común un baño de tipo similar al nuestro). Fuera de la bañera suele haber una o más duchas y unos grifos de agua caliente, gel y champú y banquetas donde sentarte para, ayudándote de unos barreños, limpiarte a conciencia. Es normal que en una misma familia varios miembros utilicen la misma agua para bañarse. Por tanto más vale no entrar sucio. La bañera propiamente dicha suele variar de tamaño, desde uno similar a una bañera occidental, a una en que quepan varias personas, y el agua puede llegar a estar muy, pero que muy caliente, soliendo venir con un regulador de temperatura en el grifo( al menos en las casas modernas): he oído historias de hombres que se meten borrachos en el o-furo con el agua caliente, suben y suben la temperatura mientras se relajan, y sin darse cuenta acaban literalmente cocidos. Quién sabe, podrían ser ciertas.
Los sentō (銭湯) son baños públicos. Están muy arraigados en la sociedad japonesa, y en cualquier ciudad es raro no tener uno cerca de casa. Hay pocas cosas más relajantes que llegar cansado del trabajo a casa, salir al sentō más próximo de tu barrio sin tener que preocuparte de preparar el baño. Y al salir, limpio y despejado, una cervecita fresca entra que da gusto (o al menos esa es mi opinión :P). Están divididos por sexo, a veces por un simple tabique, y no es raro que desde en una posición elevada, el/la responsable de los baños pueda vigilar el establecimiento (a los japoneses no parece importarles que este responsable pueda ver las dos zonas). Los precios son asequibles y fijados por las autoridades locales (En Tokyo 450 yenes, unos 3 euros y pico al cambio, con tarifas reducidas para niños). Constan de mínimo un o-furo grande, y en el mismo puede haber zonas con distinta temperatura, o puede haber otro o-furo con agua más fría. También hay varias duchas con sus respectivos taburetes y jabón para limpiarse. Y aunque lo normal es traerse lo imprescindible desde casa (toallas para secarse y limpiarse), se pueden comprar también en el propio local todo tipo de utensilios para el aseo personal.
La mayoría de los sentō son muy similares en su distribución del espacio, su arquitectura, y en muchas ocasiones se repiten elementos (como los típicos azulejos con el Monte Fuji pintado, sospecho que intentando recrear las vistas del algunos Onsen al aire libre).

Cortina típica (Noren) con la letra YU (ゆ), que suele haber a la entrada de sento y onsen indicando «agua caliente»
La verdad es que los japoneses se pasan un buen rato ahí dentro, pese a que la elevada temperatura del agua hará que la mayoría de occidentales poco acostumbrados no aguantemos más de cinco minutos. El occidental que lleve tatuajes debe contar con la posibilidad de que no se le permita entrar. Y es que parece ser que es una medida para prohibir indirectamente la entrada de yakuzas (mafia japonesa), que prácticamente son los únicos japoneses que llevan tatuajes. Aunque en el caso de un occidental es posible que hagan la vista gorda.
Mención aparte merecen los super-sentō, aparecidos en los años 80 del siglo XX, con precios más elevados, que suelen disponer de mejores y mayores instalaciones, pudiendo ofrecer distintos tipos de baños con diferentes propiedades (por ejemplo según qué sales termales que lleven dentro), u ofrecer servicios variados como masajes, peluquerías, restaurantes, etc. Es normal ir con la familia o incluso con los compañeros de trabajo (a servidor le tocó ir junto a varios compañeros invitado por su jefe)
La etiqueta en los Onsen (温泉) es la misma que la de los sentō, pero estos se diferencian de los anteriores en que estamos hablando de aguas termales naturales, de origen volcánico, y no de agua calentada artificialmente, que se supone tienen propiedades benéficas. En un archipiélago de origen volcánico como Japón son innumerables los lugares donde se puede encontrar un onsen, en muchos casos en entornos de increíble belleza paisajística. Es muy habitual que estén dentro un hotel tradicional (como un ryokan o minshuku), ya sea dentro del edificio o en un jardín exterior(los onsen al aire libre reciben el nombre de rotenburo). En este caso disfrutar de ellos puede llegar a suponer un desembolso de dinero importante, pero disfrutar de unas vistas del Monte Fuji sobre el lago Hakone mientras te bañas en uno de ellos, o visitar cualquiera de los muchos que hay en alguna recóndita aldea como Yunomine-Onsen, pueden ser experiencias únicas. De hecho, en el turismo interior japonés, las escapadas a onsen tienen un gran peso.
Supongo que toda esta importancia de los baños en la cultura japonesa, así como las diferencias de etiqueta pueden ser muy chocantes para un occidental. Pero desde aquí animo, si tenéis ocasión, a que lo probéis y disfrutéis sin vergüenzas ni prejuicios. Yo no me canso de repetir.